PRESENTACIÓN DEL COLECTIVO MENTE ARMADA
A mediados de este año nacía en la universidad Carlos III de Madrid el Colectivo Mente Armada. Tras unos meses de debate y actividad nos hemos sentado para pensar cómo entendemos nosotras la acción cotidiana, cuales son nuestros objetivos, necesidades y deseos. Pensamos que este texto es un buena presentación de lo que queremos ser y por lo que estamos dispuestos a luchar. Pero ante todo sabemos que las victorias se hacen luchando día a día y que nuestra práctica será la que marque quiénes somos. Esperamos que este texto sea un buen comienzo.
Una serie de compañeras de la Universidad hemos iniciado un camino en conjunto con la creación del Colectivo Mente Armada. Un camino que iniciamos con dudas pero con una gran ilusión, con la esperanza de que marcará un antes y un después en la universidad. Pretendemos crear un proyecto innovador y radical que sirva como catalizador de luchas y necesidades. Hemos crecido en la asamblea de la facultad, donde hemos iniciado la militancia y donde hemos observado los hechos suficientes para comprender que nuestra necesidad era esta.
Hablamos de una necesidad política y vital. Tenemos el deseo de explorar los límites de la universidad, de la metrópoli y del mundo; esos límites que mutan con la lucha y que redibujamos diariamente. Es una necesidad de expandir modelos de democracia y conflicto buscando un mundo más equitativo y plural. Buscando crear una universidad de todas, en la que el conocimiento sea libre de burocracias y empresarios; en el que la comunidad educativa, y no sólo esta, se encuentre y comparta sus necesidades y deseos de cómo queremos construir la sociedad, y por extensión la universidad.
Partimos de un panorama un poco desolador. Del final de una época de capitalismo voraz, neoliberal y desregulado. Estamos ante una crisis que, creada en los mercados financieros, está sobrevolando nuestras vidas, ofreciéndonos como única alternativa el conformismo, el paro y aún menos control hacia ellos. Una crisis que parece que estemos destinados a pagar, después de que el mito del mercado libre por fin se ha derrumbado. Es momento de conflicto, de lucha entre quienes quieren seguir convenciéndonos de que la locura del mercado es lo “racional” y quiénes nos venden que una “refundación” capitalista es la solución.
Convivimos en una universidad altamente mercantilizada. Que tras más de diez años de lucha implanta la reforma europea, para convertir la sociedad europea en una “sociedad del conocimiento”. Parece que nuestro horizonte pasa por elegir entre una fábrica de precarios o una escuela de élites; pues son los únicos modelo universitarios que se nos plantean. La creación de fábricas de precariedad es un hecho con la devaluación de los títulos, las relaciones de dominio que se ejecutan desde la universidad, la imposibilidad de mantener trabajos que compaginen con los estudios... La escuela de las élites es el triunfo del modelo neoliberal, es la exaltación de la competencia como valor fundamental y la asunción del nivel adquisitivo cómo control de la cultura.
Nos reconocemos como estudiantes pero entendemos que no somos una categoría cerrada dentro de la sociedad. Somos a la vez precarias, explotadas en un mundo capitalista que hace de nuestra actividad riqueza y de nuestras vidas acumulación. Obligadas en muchos casos a vender nuestra fuerza de trabajo a precio ínfimo, sin la posibilidad de ejercer nuestros derechos y perdiendo nuestras vidas en favor de unos pocos que se enriquecen. Encerrados en un modelo de producción y reproducción caracterizado por el dominio de las formas de vida no mercantilizadas. Asimilando nuestro tiempo a unidades fijas (créditos) que a modo de salario miden la acumulación que será explotada, obviando aquellas aptitudes que nos son enajenadas de nuestro quehacer colectivo y común.
Para nosotras la mercantilización de la universidad, a la par que la del resto de servicios públicos, nos muestra cómo nuestras vidas se alejan de nuestro control. Nos enseña cómo somos meros autómatas de un mundo con un sólo objetivo que es el de crecer sin fin. Nos transforma en meros instrumentos para la explotación, la explotación de lo público, de lo común. Una explotación basada en la competición y el egoísmo, que nos obliga a renunciar al común, a las experiencias colectivas y nos aleja de la democracia, entendida como nosotros la entendemos, es decir, como vida en común.
Mientras que creemos que la precariedad se sitúa en el centro de nuestra vida no olvidamos que no sólo nos enfrentamos a un problema en la relación capital-trabajo. Las habitantes de la metrópoli nos encontramos ante multitud de conflictos trasversales, conflictos que no son ajenos a las universidades ni a las estudiantes. Son aquellas situaciones que nos marcan el día a día y que son agravados por la estructura excluyente e individualista del capitalismo. Son conflictos, en algunos casos previos a él, pero que son utilizados como arma de dominio y de control.
Creemos que vivimos en una sociedad que no está libre de fascismo. Fascismo como plan de mando capitalista para la gestión de las sociedades en crisis. Como expresión enfermiza del miedo a lo diferente. Es el arma del lenguaje del miedo que inunda nuestras vidas. Es control social evitando los espacios donde relacionarnos. Creemos que mientras unos organizan bandas que apalean migrantes u homosexuales; otros justifican esto mediante el miedo y el odio. La Europa fortaleza emite mensajes de odio, de control a las migraciones a la vez que justifica la libertad de movimiento de capitales. La cultura del individualismo, de la competencia, del cada uno por su lado, es un caldo de cultivo para los grupos de la extrema derecha.
Todo ello se une, en el Estado español, a una situación de déficit democrático. Tras 30 años de constitución, continúan existiendo vestigios de un régimen fascista que se instauró durante 40 años a sangre y fuego, después de una guerra civil en la que se derrocó un gobierno legítimo. El mayor de estos símbolos es el legado monárquico que dejó Francisco Franco nombrando al rey Juan Carlos su sucesor. Todo unido a llamada transición a la democracia, caracterizada por el miedo y la amenaza de golpe militar, hacen del Estado Español una democracia, en la que caben exaltaciones del régimen fascista, secuestros de periódicos, ilegalización de partidos políticos...
Sentimos como hombres y como mujeres que existe una discriminación por razones de género. Una situación que no se arregla mediante una tabla rasa, que perpetúe las relaciones que se han establecido durante siglos y que constituyen el patriarcado. Tanto hombres como mujeres queremos un derecho de autodeterminación sobre nuestro propio género, sobre las conductas que queremos tener y un control total sobre nuestros cuerpos y relaciones. El patriarcado ha sido utilizado por el sistema económico para perpetuar una imagen de los géneros distorsionada y puesta al servicio de la reproducción capitalista, explotando y sometiendo los cuidados; queriendo hacer de la mujer un sujeto débil y complementario del hombre.
Entendemos también que no existe un sólo modelo de sexualidad. Durante siglos se ha hablado de desviación y enfermedad. Creemos que las relaciones sexuales deben ser puestas en el mismo nivel y que deben basarse en la confianza y el respeto mutuo entre las personas implicadas, sin que se entrometan en ellas estados o religiones.
Una urgencia actual es la necesidad de salvar la tierra en la que vivimos. El desarrollismo y la expansión de los límites han llevado a los ecosistemas a niveles críticos, produciendo modificaciones en los climas. Debemos apostar por un sistema sostenible y ecológico que se base en energías renovables. Creemos que se debe construir un modelo de consumo no basado en lo temporal y lo desechable. Necesitamos un apoyo real a los trasportes públicos colectivos y los medios no contaminantes, a las ciudades autosuficientes energéticamente y un aumento de las zonas verdes en los espacios metropolitanos.
Apostamos por un modelo comunitario de propiedad, que rechace el concepto mismo de propiedad intelectual el cual, a través de los saberes colectivos, cristaliza en las patentes y demás sistemas de control económico del conocimiento. La necesidad de construir nuevas formas de propiedad y trabajo se hacen esenciales en los ámbitos culturales, donde la actividad se realiza con los distintos lenguajes y símbolos. La necesidad de sustraer dichos lenguajes, la capacidad de las multitudes de darles significado, hace del modelo de propiedad intelectual algo obsoleto. El movimiento de la cultura libre integrado por el software libre y las licencias creative commons se dirigen a un modelo de saberes colectivos y una cultura libre y comunitaria; frente a los intereses mercantiles de una saber fraccionado y a la venta, para crear un modelo cultural aristocrático y de élites.
Creemos necesario un cambio radical en el actual estado político, social y económico de las cosas, una profunda transformación social, realizada desde abajo, de manera horizontal, a través de la concienciación, de la racionalización y reflexión. Proponemos un cambio drástico de los valores, actitudes e ideales predominantes en la sociedad actual. Valores inculcados por las clases dominantes a través de los diversos sistemas de manipulación ( medios de comunicación, sistemas de socialización, educación, iglesia, sindicatos…) y que convierten a los ciudadanos de a pie, mercancías al servicio del capital, instrumentos fácilmente manipulables, seres ignorantes alejados y desinteresados de las cuestiones públicas. Se fomenta la cultura del consumismo y del culto a lo moderno, y se entretiene continuamente a la población, con programas, espectáculos, sucesos y actividades superficiales, para evitar que las personas tengan tiempo de reflexionar y pensar por sí mismas.
Reclamamos una democratización de la sociedad, una ampliación del ámbito de participación e intervención directa de los ciudadanos en las cuestiones de interés general, un reparto más equitativo de bienes y recursos y en definitiva un orden social y global más justo, libre e igualitario.
Ante todo esto creemos que nosotras desde nuestra actividad cotidiana y colectiva podemos revertir la situación. Construyendo un espacio político en la universidad que desde la horizontalidad pueda luchar por una universidad, una ciudad, un mundo en el que nos sintamos mejor.
Podemos ayudar y luchar por crear una universidad pública. Pública en la misma línea que popular, que sea de todas y para todas. Una universidad en la que la sociedad no sólo entre, si no que gestione, queremos una universidad abierta a la metrópoli, a sus luchas cotidianas y a sus problemas. Con una gestión democrática y popular que huya de la burocratización universitaria; para nosotras la universidad no es un templo del saber sino una plaza pública de intercambio. No queremos sumos sacerdotes sino debate. Queremos creación del común para el común; despreciamos aquellos que entienden que la universidad debe ser un caladero de las empresas privadas que dominan nuestras vidas. Queremos proponer soluciones para nuestras vecinas, un conocimiento al servicio de la ciudadanía y no de los consejos de administración de grandes corporaciones.
Queremos un replanteamiento del modelo universitario de las ciencias sociales. Tras años en la universidad hemos comprendido que los saberes fraccionados nos muestran una realidad fragmentada. Hemos comprendido que las líneas oficiales no son las únicas, que las heterodoxias alguna vez resuelven más que las ortodoxias. Que el saber no es único e inmutable. Queremos un mayor control de los planes de estudios, con poder real a los estudiantes para decidir cuales son las líneas más interesantes para sus estudios y una modificación del rol profesor-alumno. Necesitamos una renovación de la universidad que la haga más democrática y participativa, es por ello que rechazamos el modelo feudal en el que los distintos estamentos se reparten el poder y las decisiones se toman en pequeñas camarillas dominadas por los catedráticos y el rector.
Apostamos por una universidad pública y de derechos, en la que los profesores, todos, tengan reconocidos sus derechos laborales plenamente, donde los investigadores y becarios sean reconocidos como tales, respetando sus funciones y garantizando su total mantenimiento, sin situarlos en condiciones de precariedad extrema. Entendemos que los servicios hoy externalizados deberían volver al control directo de la institución, manteniendo los puestos de trabajo, como garantía de los derechos laborales y contra la precariedad hoy imperante en estos servicios. Las tasas universitarias deberían situarse en el mínimo establecido por la Comunidad de Madrid y abogar por su eliminación total, con el objetivo de que la universidad no se regule por medio de barreras económicas.
Pensamos que ante estas reivindicaciones la acción política está totalmente justificada, pues muchas de las razones por las que nos establecemos como colectivo son de extrema, aunque invisible, violencia. Una violencia que se dirige contra los más y que continuamente se ejecuta desde todas las instancias del poder. Nosotras queremos crear un contrapoder estable en la universidad, que sea democrático y participativo. Actuamos con unidad pero respetando las diferencias individuales. No creemos en ningún caso que las normas sean eternas ni perfectas y por ello nos declaramos desobedientes de toda aquella normativa que por su ilegitimidad atente contra nuestras formas de actuar y pensar. Creemos que la acción directa es necesaria y que si por ello se nos señala como radicales deberemos afirmarlo, pues radical es quien va a la raíz y señalamos desde el primer momento cuales son nuestros problemas y cual su raíz.
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